Nunca es tarde
- Mónica

- 4 may
- 2 Min. de lectura

¿Cuándo ha sido la última vez que has disfrutado plenamente del momento y has dejado de pensar en todo lo demás?
Esta mañana, al levantarme, me he asomado a la ventana y lo primero que he visto ha sido a un niño chapotear sobre un charco. El adulto que lo acompañaba, que imagino que sería el padre, le instaba a reanudar la marcha. El niño, sin embargo, estaba tan absorto en la tarea, que ignoró la orden hasta que esta se repitió varias veces. A unos metros de distancia, un señor mayor caminaba examinando intrigado un pequeño envoltorio que sostenía entre sus manos. Cerca de allí, un chico joven, tras introducir una sombrilla en el asiento trasero de un coche y acomodarse en el asiento del copiloto, iniciaba un viaje hacia algún lugar.
Estoy segura de que los tres, al menos por un momento, han estado centrados en el ahora. El niño porque está en una edad en la que es común sumergirse completamente en la actividad, dejando de lado las preocupaciones externas y siendo ajeno al paso del tiempo. El joven, probablemente, haya conectado con el presente al menos en el instante de recordar que tenía que llevar la sombrilla y al tomar una pequeña decisión sobre dónde colocarla. Además, el hecho de observar este objeto, convertido en símbolo del viaje, posiblemente haya despertado su entusiasmo y haya desterrado por unos instantes las preocupaciones que pueda tener.
El hombre mayor, por su parte, al inspeccionar con detenimiento el objeto envuelto que portaba, ha enfocado su atención completa en él. Quizá haya destinado varios minutos a imaginar su contenido y esto haya alimentado su curiosidad y su emoción por descubrirlo.
Y es que, el paso del tiempo y la velocidad vertiginosa de la vida moderna, no solo hace que se nos escape el presente, sino también esos pequeños regalos que nos da la vida. ¿Cómo podemos tomar conciencia de lo bueno que nos rodea y volver a disfrutar como un niño? Intentanto rescatar la frescura y perspectiva única de la etapa infantil. Todos llevamos con nosotros a nuestro niño interior. Lo que pasa es que se nos olvida y terminamos descuidando sus necesidades. Hoy te invito a rescatar una foto de cuando eras pequeñ@. Obsérvala con atención durante unos minutos y prométele que, a partir de ahora, vas a cuidarlo más y vas a poner en práctica esas lecciones de vida que te deja su recuerdo. Me refiero a la capacidad de asombro, a la espontaneidad, a la curiosidad, a la autenticidad, a reir a carcajadas, a levantarte después de caer, a maravillarte con lo simple, a no temer al error, a pedir ayuda sin vergüenza, a cultivar la alegría y a disfrutar del presente. Lleva contigo su foto. Tu niñ@ te recordará las veces que haga falta qué es lo verdaderamente importante. Bueno, os dejo. He visto que se ha puesto a llover y creo que a mi niña anterior le apetece salir a chapotear sobre los charcos que se están formando. Y no seré yo quien la contradiga después de todo 🤪.




Qué texto tan hermoso y lleno de verdad. Lo que has escrito es un recordatorio muy necesario de lo que solemos olvidar: que la vida está hecha de momentos diminutos, a menudo inadvertidos, en los que podemos detenernos y estar plenamente presentes.